jueves, 27 de julio de 2006

El luto humano

"Sí, todos los espectadores, periodistas, funcionarios y hasta el propio sacerdote, lleváronse los pañuelos a la nariz para no aspirar el olor. Todos, también, bebieron antes su buen trago de whisky, hasta el sacerdote. Pero yo sé que todo ese olor lo tengo en mí y no debía taparme la nariz. Yo sé que guardo toda la miseria y toda la grandeza del hombre dentro de mi propio ser. Que defeco y eyaculo y puedo llenarme de pus el cuerpo entero. Cuando lo reconozco me dan ganas de llorar, y lloraría como nadie lo ha hecho en toda la historia humana de poder aspirar el nauseabundo olor de mi propia carne entre las llamas o presa de las corrientes eléctricas de una bestial silla homicida, porque ése es mi olor, y el olor del criminal ejecutado era el propio olor mío, a cerdo en llamas y cabellos y grasa ardiendo.

El zopilote dio un picotazo sobre el rostro de Adán, y como el cadáver se balanceara, el buitre a su vez perdió el equilibrio aleteando ruidosamente para posarse en la azotea. Era la victoria de la muerte. Caminaba a pequeños saltitos, cauteloso ante lo que todavía quedaba ahí de vida, con miedo, con asombro. Morirían, sin embargo, morirían todos, y el zopilote era un rey, el rey de la creación."

José Revueltas.
El luto humano (novela), 1943.

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